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PRÓLOGO PARA EL ABRA
Y OTROS CUENTOS
Publicado por la Biblioteca Nacional (Colección
Bicentenario) - Buenos Aires, 2008
Por CARLOS BERNATECH
Tal vez en la llamativa precocidad artística de
Luisa Mercedes Levinson puedan encontrarse claves de lo
que luego llegó a constituir un lenguaje personal,
jalonado de voces misteriosas, de teatralidad, de una
intensa musicalidad, de fuertes imágenes oníricas,
intuiciones y secretos de marcado ritualismo. Cercana
a Borges, con quien comparte la coautoría del cuento
"La hermana de Eloísa" -1955, Editorial
Ene-, dijo del mismo: "Tal vez no fue una gran realización...
Cuando me propuso escribir un cuento en colaboración,
casi me desmayo. Borges, en 1954, no era conocido como
ahora. Pero nosotros, los escritores, sabíamos
de su grandeza". De hecho, Borges sólo escribió
a cuatro manos con Bioy y con ella.
Pero si se tratara de buscar empatías literarias,
Luisa Mercedes Levinson quizá pueda ubicarse pendularmente
entre Silvina Ocampo y Marosa Di Giorgio, aunque sin anclar
en definitiva en ninguno de esos puertos. Levinson produjo
un extrañamiento en la literatura argentina, algo
que estaba más allá de las excentricidades
sociales en las que incurría, y que alimentaban
cierta prensa banal que apenas atisbaba ese ademán
superficial, sin reparar en el artefacto experimental
que estaba desarrollando con su obra. Y esa específica
actitud literaria, antes que la nota frívola, pareciera
explicar de algún modo el curioso silencio desplegado
sobre su obra con posterioridad a su fallecimiento, en
1988, a cuatro años de haber publicado su última
y excelente novela El último Zelofonte.
La multiplicidad de su obra muestra una permanente inquietud
experimental, un inconformismo que no se ajusta a patrones
genéricos ni estéticos rigurosos. Levinson
pudo conciliar desde el correo sentimental -que abordó
como Lisa Lenson en la revista Idilio, seudónimo
que conservó en sus primeros textos- hasta el drama
rural, pasando por el teatro y la literatura fantástica.
Resulta difícil señalar dentro de la narrativa
su "obra mayor", pero tal vez pueda destacarse
su placentera ductilidad como autora en el manejo del
mito y la fábula, en una reescritura paródica,
intenso universo simbólico propenso a la paradoja,
al simulacro, textos portadores de un fuerte erotismo.
El peculiar periplo que describe la obra de Levinson muestra
un crescendo y un simultáneo despojamiento. Desde
la narrativa de las costumbres sociales urbanas, destacando
su gran destreza en el manejo de las densas escenas rurales,
los textos avanzan progresivamente sobre la metafísica
bajo la impronta de lo fantástico. Dice Levinson
en El último Zelofonte: "Y decir vida, en
este caso era limitado. Hubiera sido más exacto
hablar de una escala hacia una voluptuosa eternidad de
imitación". Su última obra, en el sentido
señalado anteriormente, propone la deconstrucción
del mito, una ficcionalización paródica
que emplea elementos precisos: la máscara, la pulsión,
lo singular y lo plural, materiales cargados de proyecciones
con los cuales ultima los planos temporales.
El primer cuento que se reproduce en esta edición
-"El abra"- mereció el elogio de St.
John Perse, que lo consideró uno de los mejores
cuentos escritos en la América Hispánica,
"una obra maestra de pasión y violencia contenidas".
Incluido en "La pálida rosa del Soho",
-primera edición de 1959, con ilustraciones de
Juan Battle Planas, que obtuvo luego el Premio Municipal
y fue reeditado en 1967 por Losada- se ubica dentro de
la sección "Cuentos del Litoral". Del
mismo libro se incluyen: "Los dos hermanos",
"En la otra orilla" y "'La niña
Panchita'".
Completando el texto, cierra esta publicación el
cuento "En un cuaderno cuadriculado", perteneciente
a la sección "Historias sucedidas", del
mismo libro.
Esta aproximación a la obra de Luisa Mercedes Levinson
probablemente ofrezca la posibilidad no sólo de
acceder a textos poco frecuentados, sino de rescatar a
una muy destacada autora a quien la memoria literaria
contemporánea omite con excesiva frecuencia.
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